Distingo entre un recuerdo y la realidad: El Murmullo de las Abejas
Sofía Segovia
Así
termina este Gran Libro:
"Ahora también lo oigo: es un pequeño suspiro
infantil que proviene de mi interior. Busco dentro de mí, en la profundidad, y
encuentro al niño que fui”
Un libro que se va descubriendo en cada “historia”
que contiene, poco a poco se va estructurando una historia mágica, llena de
anécdotas y riqueza.
El Murmullo de las Abejas está repleto de frases,
que nos recuerdan tiempos de un México que nos sorprendía y que poco a poco se
nos va terminado.
"Estoy seguro de que en mis células llevo a mi
mamá y a mi papá, pero también porto la lavanda, los azhares, las sabanas
maternas, los pasos calculados de mi abuela, las nueces tostadas, el clunc del
mosaico traidor, el azúcar a punto de caramelo, la leche quemada, las locas
chicharras, los olores a madera antigua y los pisos de barro encerado... Estoy
hecho de cuanto en esa época tocó mis sentidos y la parte de mi cerebro donde
guardo mis recuerdos".
La
vida sencilla de Linares:
“Afuera las abejas zumbaban y las chicharras nos
rodeaban con su incesante canción de locura cada tarde del verano”.
“Era una casa viva la que me vio nacer”
Grandes frases sobre la gratitud, las sensaciones,
emociones… la vida:
"Es cierto —admito— que mis ojos no funcionan tan
bien como antes, que mis manos me tiemblan, mis piernas se cansan y la
paciencia se me agota cuando me visitan nietos y bisnietos, pero aunque estoy
viejo no soy incompetente. Conozco el día en que vivo y el desorbitante precio
de las cosas: no me gusta, mas no lo ignoro".
"Distingo entre un recuerdo y la realidad, si
bien cada vez me encuentro más atraído por los recuerdos que por la
realidad".
"Revivo la dulce sensación de estar escondido
entre las ramas altas de un nogal, estirar la mano, arrancar una nuez y
partirla con el mejor cascanueces que he tenido: mis propios dientes".
“Desde las primeras notas la música me transportó a mi
altura de gigante sobre los hombros de Simonopio, a días cálidos en el agua del
río, a los sapos que croaban al anochecer, a las chicharras veraniegas, a los
laberintos de naranjos, a los pasos de una abeja en mi cara y su sonido cuando
se alejaba”.
Sobre las costumbres, las tradiciones, la
vida sencilla de Linares en 1910, en plena guerra:
"No eran las piezas de baile las que quería
salvar ni los bonitos vestidos, sino el sentido de pertenencia de la siguiente
generación".
“Desde tiempo inmemorial las mujeres de su familia habían
cambiado las sábanas los martes, como hace la gente decente”.
"Si yo hacía un berrinche, me decía tanta hora
que tardé para parirte...A veces siento que, de haber podido, tras alguna
travesura me habría cobrado cada contracción".
"Y entiendo su desesperación cuando, luego de
tener a dos señoritas de listones y encajes, le naciera un varoncito de lodos,
piojos güeros y sapos prietos".
"Recuerdo que al no poderme cubrir de holanes y
moños, insistía en vestirme como señorito español, y yo de señorito fino nunca
tuve nada. De español tampoco".
"A Francisco le parecía insólito que tal cosa
sucediera en tiempos modernos. Entonces supuso que, con la guerra, hasta los
tiempos modernos se esfumaban".
“Y, bueno, uno no podía llamarse mexicano sin creer en
el milagro de la aparición de la Virgen en el cerro del Tepeyac… En su opinión,
la Virgen de Guadalupe marcaba el fin de los tiempos milagrosos”.
Buena
descripción del pensamiento de un niño:
"Volverme
obediente no era una labor fácil: aprovechaba cualquier oportunidad para
escabullirme"
El inicio de los 1900, un mundo en cambio,
desde un Mexico, un Linares y un Monterrey acomodado:
"En esa era de maravillas, las posibilidades se
antojaban infinitas: el modernísimo ferrocarril acortaba distancias y movía
personas y productos en grandes cantidades. Los barcos de vapor permitían
cruzar el Atlántico en unas cuantas semanas. El telégrafo le permitía a una
persona enterarse a gran distancia y el mismo día sobre el nacimiento o
defunción de un familiar o concretar con rapidez algún negocio. El alumbrado
eléctrico había abierto una gama entera de actividades nocturnas, y el
teléfono, acercaba a las personas.
Sin embargo, en lugar de aproximarse con tanta
maravilla, las personas se empeñaban en alejarse: primero en México la
Revolución. Luego en el mundo entero la gran guerra que al fin parecía próxima
a concluir. Mas no conformes con estar sufriendo y peleando en ésa, ahora los
rusos hacían la suya en casa, hermano contra hermano, súbdito contra rey".
"Muy pronto los actores principales de esa farsa
a la que llamaban Revolución olvidaron los parlamentos del guion que habían
acordado… Y el libreto original pasó al olvido. Unos querían ganarse, a base de
plomo, la tierra y la riqueza que nos les pertenecían. Y otros sentarse en la
silla grande".
"Hacía varios años que esta guerra había dejado
de ser una curiosidad distante para convertirse en veneno insidioso".
“Se lamentaba por nunca haberle regresado a su amigo
las botas prestadas o por nunca haberle enviado aquella carta de amor a Luz, su
vecina, tras robarle un beso”.
Frente aquellos tiempos de grandes cambios.
¡Como hemos cambiado!
“Cómo desearía poder recetar a cualquiera las nuevas
aspirinas que habían inventado los alemanes, pero era un medicamente
sofisticado, caro, y más encarecido aún por la guerra”.
“Sin embargo, en enero de 1919, en Linares, poco
interesaron esos datos, porque las ausencias no se midieron con números ni con
estadísticas: se midieron con dolor”.
"Lo que es una garantía es que al final lo único
que quieres es tener más. Más de esas tarde perezosas en las que nada pasa, a
pesar del esfuerzo que invertías en que sucediera lo contrario. Más de esos
brazos necios que te cargaban para impedir que hicieras alguna barbaridad. Más
de los regaños de la madre que creías necia. Mas vistazos -tan siquiera- de las
prisas del padre, siempre ocupado. Mas abrazos de la mujer que te quiso toda la
vida y más miradas confiadas en los jóvenes ojos de los hijos".
“Además, para su consternación, les quedaba más que
claro en qué se entretenían sus papás –abuelos ya- en su ausencia. Y encima les
tocaría responder a las preguntas necias y los comentarios imprudentes de las
amigas cuando se enteraban, por terceros, de que la actividad matrimonial de
sus padres daría fruto”.
“Siempre es más atractivo que alguien te hable de
grandes aventuras a que te recuerden constantemente que ya es hora de bañarte,
de dormirte, de lavarte los dientes o las orejas: necedades para un niño activo
como lo fui yo”.
“¿Simonopio con cara de monstruo? Yo nunca lo había visto
así. En Linares había monstros, sí, pero él no era uno. Para mí la cara de
Simonopio era la cara de Simonopio, la que mis ojos habían visto desde las
primeras veces que se abrieron”.
“-La vida no da garantías. A nadie. No espera a nadie.
No tiene consideraciones a nadie”.
“Había aprendido a no insistir cuando reconocía que la
batalla estaba perdida desde el comienzo”.
“Los recuerdos son algo curioso: mientas que siempre
me sentí afortunado por tener unas cuantas fotografías de mi papá, éstas
terminaron por contaminar mis recuerdos de él, porque al verlas tanto fueron
sustituyendo a la imagen del hombre de carne y hueso cuyo cuerpo tenía un
aroma, cuya voz tenia timbre, cuyo pelo se despeinaba y cuya risa había sido,
cuando le soltaba, más contagiosa que la influenza”.
“Sin embargo, de Simomopio no teníamos una sola fotografía,
y como te dije: por mucho tiempo me negué a pensar en él”.
“Y si en un principio su recuerdo fue más agrio que
dulce, ya de viejo lo amargo se me fue haciendo dulce”.
“Lo importante que era escuchar: escuchar lo que la
vida a veces susurra al oído, al corazón o a la tripa”.
“Disfrute muchísimo todo el paquete de lo que hoy, en
retrospectiva, puedo ver que es mi vida: lo mucho de bueno y lo no tanto de
malo –vejez incluida, porque no la habría sino hubiera existido juventud-“
"Ahora
también lo oigo: es un pequeño suspiro infantil que proviene de mi interior.
Busco
dentro de mí, en la profundidad, y encuentro al niño que fui.
Me
esperaba y me hablaba... resguardado en lo profundo de los recuerdos, callado a
veces, pero paciente, a la espera de que lo invitara a salir"
“Que
escuchen con los ojos, que vean con la piel y que sientan con lo oídos, porque
la vida nos habla a todos y solo debemos saber y querer escucharla, verla,
sentirla”.
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